Seguro que has visto en los lineales de la sección de cosmética de tu supermercado más cercano toda una serie de productos, desde cremas faciales a champús, que dicen contener un producto de propiedades maravillosas: el argán. Como en otros tiempos el aloe o la yoyoba, parece que hoy en día ningún cosmético será efectivo si no contiene argán… pero ¿qué es exactamente este producto? El argán es un pequeño árbol espinoso que crece al sur de Marruecos y que produce un fruto parecido a una ciruela amarilla cuya semilla, del tamaño de una nuez, contiene uno de los aceites más caros del mundo: el aceite de argán. Durante siglos, las mujeres bereberes han recogido pacientemente las semillas de este árbol y las han prensado en frío, obteniendo un aceite que se ha utilizado tradicionalmente para multitud de usos, especialmente sanitarios y cosméticos, pero también como ingrediente indispensable de la cocina marroquí. En los años noventa del siglo pasado, la industria cosmética europea descubrió este aceite y comprobó que contenía unos niveles insospechados de antioxidantes (el doble que los del aceite de oliva, por ejemplo) y que sus propiedades incluían un listado impresionante de aplicaciones: hidratación de la piel, regenerador del cabello, fortalecedor de uñas y pestañas, antimanchas, antiestrías, iluminador, cicatrizante… Rápidamente, el precio del argán empezó a subir debido a la demanda de la industria, ansiosa de novedades y exotismo, alcanzando cifras en la actualidad de hasta 300 euros el litro. Tal fue el éxito de la introducción del producto en el mercado internacional que se empezó a denominar al aceite de argán como “el oro líquido de Marruecos” y rápidamente el gobierno del país norteafricano procedió a proteger las zonas donde crecen los arganes. Como en todo tipo de productos realizados con ingredientes naturales, cuanta más cantidad de aceite contenga el cosmético y cuanto más cuidadosa sea su forma de obtención, de mejor calidad será el aceite resultante, de ahí que los cosméticos elaborados con elevados porcentajes de argán sean especialmente caros. Hay que tener en cuenta que para conseguir un litro de aceite de argán se necesitan entre 30 y 40 kilos de semillas (para producir un litro de aceite de girasol sólo se necesitan entre 3 y 4 kilos de semillas). Pero el aceite de argán no sólo tiene propiedades cosméticas: su uso gastronómico cada vez está más valorado. El aceite virgen extra de argán posee un ligero sabor a frutos secos que lo hace muy indicado para la repostería y los platos de verduras, pollo y pescado, aunque se desaconseja para freir…¡dado su elevado precio! Nutricionalmente cuenta con una elevada dosis de vitamina E y está muy indicado para dietas cardiosaludables, debido a su abundancia de colesterol HDL, el llamado “colesterol bueno”. Aparte de las virtudes del “oro líquido de Marruecos” no está de más subrayar que el árbol del argán se está convirtiendo en una pieza clave para luchar contra los efectos del cambio climático en el norte de África: su resistencia a la sequía y la capacidad de sus raíces para evitar la erosión han propiciado la puesta en marcha un programa de cultivo a gran escala de esta especie para detener el avance del desierto. Autor: Emilio Martín
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Popularizada en joyas y bisutería y repetida con cientos de variantes en miles de tatuajes, la mano de Fátima es un icónico símbolo espiritual que goza en la actualidad de un indudable prestigio. Esta mano de cinco dedos simétricos ya era un poderoso amuleto para las culturas amazigh (beréberes) cuando las tropas árabes llegaron al norte de África en el siglo VIII y algunos estudios la vinculan al culto a la diosa Tánit/Astarté, adorada por todo el sur del Mediterráneo desde Sidón, en el Líbano, hasta las costas levantinas de la Península Ibérica. Los árabes no dudaron en adoptar y adaptar este carismático talismán, incluyéndolo en su tradición artística y utilizándolo tanto en la decoración de los palacios andalusíes como en las más variadas piezas de artesanía. Si bien los bereberes se referían a este símbolo como tafust, los árabes lo llamarían jamsa (literalmente cinco, en lengua árabe), el mismo nombre que utilizarían los judíos sefardíes, que también adoptaron la mano de Fátima como talismán protector. No era raro en la Edad Media, ni tampoco hoy día, encontrar numerosas representaciones de este símbolo con uno o dos ojos dibujados, ya que se consideraba un amuleto muy eficaz contra el mal de ojo. La confianza en el poder protector de la Jamsa llegó a popularizar su colocación en las puertas de entrada de las viviendas y en la actualidad aún encontramos por pueblos y ciudades de todo el Mediterráneo llamadores metálicos con forma de mano provenientes de aquella tradición. El gran misterio de la Jamsa es su relación con el nombre de Fátima. Para algunas estudiosas de la tradición musulmana, se podría referir a Fátima al-Zahra, hija del Profeta Muhammad y símbolo en el Islam de la protección maternal y de ahí su vinculación popular con el amuleto. Lo que no cabe duda es que la Mano de Fátima es uno de los símbolos que más ha trascendido en la cultura popular en este siglo XXI, y podemos encontrarlo reproducido en infinidad de productos y complementos comercializados por empresas de todo el mundo. Autor: Emilio Martín Estudillo En el Mundo Árabe es frecuente encontrar hombres y mujeres con una sarta de cuentas enrollada en una de las muñecas que van desgranando de una manera más o menos atenta. Muchas veces este objeto se encuentra colgando de los retrovisores de los coches o en un lugar preeminente de comercios y hogares. A primera vista podría parecer una pulsera un poco más larga de lo normal o incluso un amuleto, pero en realidad nos encontramos ante un accesorio de carácter religioso muy popular: la misbaha مسبحة. La misbaha muestra muchas similitudes con el rosario cristiano y con el mala utilizado por hindúes y budistas y cuenta con una función similar: llevar la cuenta de en cuántas ocasiones se repite determinada frase o palabra de contenido espiritual. Las cuentas de la misbaha pueden ser de diversa naturaleza: desde humilde plástico de colores a materiales más nobles como el marfil o la madera pulida, pasando por huesos de frutas o semillas de árboles aromáticos como el enebro. Lo que suele ser invariable es el número de abalorios que la componen: 33 piezas, aunque podríamos encontrar algunas de 99. El sentido de este número viene de un testimonio de Abu Huraira, uno de los primeros seguidores de Mahoma. Según Abu Huraira, el Profeta afirmaba que Allah cuenta con 99 nombres más el suyo propio, que es impronunciable por los seres humanos. Conocer los 99 nombres de Allah garantiza, según aquel compañero de Mahoma, la entrada en el Paraíso. Devotos musulmanes y musulmanas de todo el mundo repiten decenas de veces cada día los noventa y nueve nombres de Dios, pero uniendo espiritualidad con funcionalidad, suelen hacerlo con una misbaha de treinta y tres cuentas que son repasadas en tres ocasiones. La recitación de los nombres divinos también puede sustituirse por glorificaciones a Dios, como سُبْحَانَ ٱللَّٰهِ (Subhan Al-lah) u otras frases como ٱللَّٰهُ أَكْبَرُ (Allahu Akbar, Dios es el más grande). La repetición, oral o mental, de los nombres de Dios o frases piadosas también tiene una vertiente relajante y tranquilizadora, muy valorada popularmente. Además de su función religiosa y espiritual, la misbaha مِسْبَحَة también es una manifestación artística. Los diseños y colores de las cuentas pueden variar ampliamente y muchos artistas y artesanos han encontrado en su elaboración una forma de expresión personal y creativa. Autor: Emilio Martín De la India a Marruecos no es raro ver mujeres y hombres con las extremidades tatuadas con intrincados dibujos de carácter temporal o bien con el cabello o la barba teñidos con un característico tono rojizo. Nos encontramos ante el uso popular y muy extendido de un tinte denominado henna, que se obtiene de los frutos desecados de la alheña (Lawsonia inermis), una planta cultivada en buena parte de África y Asia y que se ha venido utilizando en pinturas rituales desde hace milenios. El uso de la henna se ha mantenido arraigado en la tradiciones de los pueblos del mundo árabe y ha trascendido las generaciones, convirtiéndose en una parte integral de muchas celebraciones y rituales en los países árabes. Las mujeres del mundo árabe suelen aplicar la henna en ocasiones especiales, como bodas, festivales religiosos y celebraciones familiares. El diseño de la henna varía según la región y la ocasión, pero generalmente incluye intrincados patrones geométricos y florales. Cada símbolo y detalle tiene un significado especial, transmitiendo mensajes de amor, fertilidad, prosperidad y protección contra el mal de ojo. En muchos países árabes, la aplicación de la henna se considera una parte esencial de la preparación de una novia para su boda. Antes del matrimonio, la novia y sus amigas se reúnen en una ceremonia conocida como "Noche de Henna". Durante esta ocasión, las mujeres decoran las manos y los pies de la novia con diseños intrincados de este tinte vegetal que representan la belleza y la prosperidad. Además de la novia, las mujeres invitadas también pueden optar por aplicarse henna en sus manos durante la ceremonia. Además de en las bodas, la henna también se utiliza en otras festividades, como el Eid al-Fitr y el Eid al-Adha, que son importantes celebraciones del calendario musulmán. Durante estos días, las mujeres y niñas suelen decorar sus manos con diseños de henna como parte de la celebración, siendo el momento de su aplicación una oportunidad de encuentro intergeneracional entre mujeres de la familia. Además de su importancia en los eventos sociales, la henna también tiene propiedades medicinales y se considera beneficiosa para la salud, especialmente para el cabello y la piel, dadas sus propiedades antifúngicas y su capacidad para repeler insectos y parásitos. También se ha utilizado como parte del proceso de curtido del cuero y sus flores son un ingrediente habitual de la perfumería tradicional. Autor: Emilio Martín Estudillo El Mundo Árabe huele a incienso. Todo el que ha visitado un país árabe ha podido notar como el aroma del incienso y café se mezclan en un mismo olor. El incienso es una resina aromática que se ha utilizado en el Mundo Árabe durante siglos. Se produce a partir del árbol de la boswellia, que crece en el Cuerno de África y en algunas partes de Asia. El incienso está muy presente en la cultura árabe y se utiliza en varios aspectos de la vida, incluyendo la religión, la medicina, la perfumería y la hospitalidad. En muchos países árabes el incienso sirve para dar la bienvenida se quema en las casas para dar la bienvenida a los invitados. El anfitrión o la anfitriona tradicionalmente queman incienso en un quemador llamado "mabkhara" y lo mueven hacia los invitados para que puedan inhalar el aroma. El incienso es una parte importante de la religión islámica, donde se quema en mezquitas y en ceremonias religiosas. La quema de incienso se considera un acto de purificación, y se cree que el humo que se produce tiene propiedades espirituales y de limpieza En las bodas, el incienso se quema en grandes cantidades para crear un ambiente festivo y perfumado. A menudo se quema en grandes quemadores en la entrada del salón de bodas, y se cree que el aroma del incienso atrae a la buena suerte y protege a la pareja de los malos espíritus. El incienso se utiliza en la medicina tradicional árabe debido a sus propiedades curativas. Se cree que tiene efectos antiinflamatorios, analgésicos y antidepresivos. Se utiliza para tratar diversas enfermedades, como dolores de cabeza, tos, fiebre y trastornos digestivos. También es muy valorado en la perfumería árabe, y se utiliza para crear una gran variedad de perfumes y aceites esenciales. Los perfumes a base de incienso tienen un aroma intenso y duradero, y se utilizan en ocasiones especiales. En conclusión, el incienso es un elemento muy importante en la cultura árabe, y se utiliza en varios aspectos de la vida. Desde la religión y la medicina hasta la perfumería y la hospitalidad, el incienso es un símbolo de espiritualidad, curación y elegancia. Si visitas un país árabe, no dudes en probar el incienso y descubrir su aroma y valor cultural. Autor: Emilio Martín Estudillo Cuenta la leyenda que durante la ocupación portuguesa del norte de África, allá por el siglo XVI, existió una bella mujer llamada Aisha que combatió contra los soldados portugueses. Algunas versiones de la historia afirman que Aisha era de Safi, otras narraciones la ubican en El Jadida, pero todas coinciden en señalar que el valor de Aisha alentó la resistencia africana contra el invasor. Como castigo, las tropas portuguesas masacraron a la familia de Aisha y la joven enloqueció de dolor, vagando desde entonces cada por los caminos como un espíritu atormentado que asesina o hace perder la razón a los hombres que viajan solos durante la noche. Esta leyenda es solo uno de los muchos relatos que giran en torno a la terrorífica figura de Lalla Aisha, también conocida como Aisha Kandisha o Aisha Mulat el- Maryya (Aisha de los pantanos), probablemente el personaje más poderoso del mundo sobrenatural marroquí. Lalla Aísha habitualmente es representada como una bella mujer con patas de cabra o camella que siempre aparece en lugares cercanos al agua -ya sean ríos, marismas, pozos o playas- de donde parece obtener su poder. Las apariciones de Lalla Aisha son muy frecuentes y, según se cuenta, son la causa de la desaparición o enloquecimiento de muchos hombres. Para protegerse del ataque de Lalla Aísha se recomienda llevar algún objeto con filo o bien tatuarse con henna un diamante, un puñal o una figura geométrica. El terror hacia este misterioso personaje está tan extendido que las madres marroquíes nombran a Aisha Kandisha cuando los niños no quieren acabarse la cena o se niegan a irse a dormir, de la misma manera que en otros lugares del mundo se acude al Hombre del Saco o a La Llorona para aterrorizar a los más pequeños. Sin embargo, como tantos personajes de la cultura popular, Aisha Kandhisa posee una vertiente sagrada y benévola que convive en paralelo con su faceta maligna. Así, Aisha formaría parte de los yunnun (“genios”) típicos de la cultura árabe y muy presentes en la zona del Magreb, donde muchos de ellos cuentan con morabitos y otros lugares de culto y peregrinación a los que la gente acude para encontrar marido o esposa, pedir por la curación de un familiar, resolver un conflicto, etcétera. El carácter sagrado de Aisha Kandisha es puesto de relieve por sus sobrenombres: el título “Lalla” denota en Marruecos nobleza, poder y santidad. La palabra “kandhisa”, por su parte podría venir de la palabra portuguesa Condessa (condesa) o bien de la hebrea de origen cananeo “qadhesa” (santa o sagrada); algunos estudios vinculan a Lalla Aisha con la diosa Astarté - divinidad ambivalente que a la vez representaba tanto el amor y la fertilidad como la guerra y los placeres carnales- que a su vez es el origen de la diosa cartaginesa Tanit, que fue adorada en Mediterráneo occidental hasta el siglo II de nuestra era. Aisha Kandhisa, pues, con todo su poder terrorífico y sanador, bien podría ser el rescoldo popular del culto a las sofisticadas diosas de la Antigüedad, cuya fuerza y conexión con la naturaleza han pervivido hasta nuestros días sobreviviendo a la expansión de las deidades grecorromanas, el Cristianismo y el Islam. Emilio Martín Estudillo |
AutorEquipo de Árabe al día Archivos
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